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lunes, 20 de mayo de 2013

primogenito


Era el primer hijo de sus padres, pues  ya no había nada que hacer más que asumir la responsabilidad.  Jhonatan  había nacido en circunstancias muy críticas en donde,   sus padres no podrían darle  lo que todo hijo necesitaba; buenos  estudios, vestimenta apropiada, pero   aun así  los señores, Abel Castillo more y Maria Alba de Castillo, aun jóvenes e inmaduros de solo diecisiete y quince años de edad,  decidieron criarlo con todo el amor y haciendo lo posible por salir adelante, aun cuando en el pequeño pueblo de Geres en Cajamarca, la situación económica no era nada favorable,  para ellos.
Los años pasaban y aquel niño de tez colorada y ojos claros; se preguntaba, porque sus padres no estaban a su lado; ellos iban a buscar el pan de cada día;  era un niño de tres años de edad, indefenso e ingenuo, encargado por sus padres, en las manos de una señora, quien no era familiar suyo, pero si una supuesta conocida por todos, que se hacía llamar “Charito”. Hasta hoy en día recuerda con desgano, la primera vez que fue llevado a la casa de esta; “Era un niño de solo tres años, pues me dejaban con ella, pero cuando toque una de sus cosas, ella me violento fuertemente y me pego en las manos, o no sé si buscaba algún  motivo para que me golpeara, quería que este únicamente sentado, movía un dedo y me pegaba”, afirmó Jhonatan Castillo Alba,  al parecer a “Charito” como la conocían,  vivía obsesiona con sus pertenencias, pues no dejaba que nadie cogiera nada, porque se desesperaba y reaccionaba agresivamente, además de que Jhonatan, a su corta edad, era maltraído por una desconocida.
No era la primera vez que lo dejaban con la señora, suponía que sus padres se habían dado de lo que estaba sucediendo, pero aun así siguieron dejándolo solo,  en una casa, a la que no quería ni si quiera pisar, y con una señora a quien tenía pánico.
La vida tan solitaria y marcada por un maltrato ajeno, lo convirtió en un niño sumiso y callado, que no entendía lo que sucedía afuera de su mundo, se movía como lo hacían sus padres, trabaja como ellos, y aun sin entender obedecía todo lo que se le ordenase, quizás su padres no imaginaron que aquel pequeño necesitaba más que buenos estudios, el amor, “Mis padres eran muy jóvenes cuando me tuvieron, a pesar eso, no les echo la culpa, que recuerde ellos no me abrazaban ni me daban cariño,  ni me decían, hijo, todo era irse a la chacra y punto”, recordó Jhonatan En medio de tanta frialdad, Jhonatan,  jamás supo que era un abrazo cálido de sus padres, jamás escucho un te quiero, y jamás sintió un beso, sobre sus mejillas por alguien que lo apreciara.
El niño ya tenía cinco años y no había pisado una escuela,  mientras sus padres  empezaron a ahorrar dinero para llegar a Lima y cumplir con el propósito que se habían trazado, algo que el pequeño, no imaginaba.
 Poco tiempo después Abel y María trajeron al niño a Lima, luego de darle muchas vueltas,  sin dudarlo una vez mas lo dieron en adopción, él se había convertido en un peso para sus jóvenes padres, él era exactamente lo que ellos no habían deseado.
Mantiene inevitablemente en su memoria, la noche en que fue dejado por sus padres, en la Asociación de Menores Adoptados  ubicado en el Distrito de Pueblo libre, sus padres se iban tal vez para siempre pero algo en el presentía que esta vez, era en buenas manos.
Jhonatan a su edad no entendía lo que pasaba; sus padres se alejaban mientras a él lo llevaban a una habitación junto a otro niño. “La habitación no era tan grande, pero el amor y el cariño que recibí allí, fue incomparable”, aseguró Jonathan con emoción.
No era lo que el necesaria pensó o deseaba, pero era suficiente para entender la felicidad incalculable que tenía dentro de él, todos eran amables, la monja que lo guiaba, y de quien lastimosamente no recuerda su nombre,  los trataba con una delicadeza y sutileza, única. Hasta el día que llego a ese lugar, no había sentido lo cálido que era, estar en compañía de gente que te aceptara y te quisiera.
Pasó mucho tiempo solo sin ver a sus padres, conforme pasaban los días y los años, sus mente iba alejando aquellos recuerdos, no paso muchos años  hasta que una pareja que no podía tener hijos  decidió acoger en su hogar a un niño; pero no a cualquiera, si no,  a un niño ya crecido, de una cierta edad, que estuviera formado y con algunos principios impuestos; pues  Jhonatan era el indicado; Dios le había puesto en su camino a las personas indicadas para su futura vida. Para la pareja de ingenieros, la señora, Sandra Sanchez Finez  y el señor Angel Mendoza Ramirez, no era una tarea fácil, pero tampoco imposible, era su sueño tener un hijo a quien amarían infinitamente; y  así fue como  decidieron acogerlo, criarlo y darle una buena educación y no solo eso, sino también una buena vida, una vida que un niño como él se la merecía.
 Como  todo infante, el tiempo fue alejando el recuerdo de sus padres biológicos, mas no los olvido.  Deslumbrado  por la nueva vida que sus padres adoptivos le estaban ofreciendo, como el tener la dicha de estudiar en buenos colegios, y siguientemente en una buena universidad, él también los recompensaba con su buen  comportamiento y sus altas calificaciones.
A  sus veinticinco  años ya se había convertido en todo un ingeniero, siguiendo  el ejemplo de sus padres adoptivos, no encontró ninguna diferencia entre  ellos y sus  padres biológicos, ahora ellos eran las personas más importantes para él, ya que se habían convertido en su familia, la familia que tanto deseaba, la familia que un día, vio muy lejana .
Pasaron muchos años, él ahora era, legalmente Jhonatan Mendoza Sanchez, pues  después de muchos tropiezos, finalmente encontró el amor que hasta hoy en día estaría a su lado, Andrea Valverde Valenzuela,  de ahora,  48 años de edad, sin pensar que  tiempo más tarde también se convertiría en su esposa y  madre de sus dos hijos, Janet Mendoza Valverde de actualmente 28 años y Orlando Mendoza  Valverde de 30 años de edad.
Hoy no viven en el mejor distrito  de Lima, pero sin duda alguna, Jhonatan y su familia han encontrado el sitio adecuado para su felicidad, “vivo en Pro- Los Olivos, y los más importante es saber que mis hijos,  ya son todos unos profesionales, tengo  una contadora y un administrados, podría morir en paz, y  ahora, mi pasado ya no me interesa”
Hoy a sus cuarentaicinco años el tiempo ha borrado alguna de sus memorias, sin embargo,  tiene un vago recuerdo de sus padres, aunque  los piensa  con nostalgia,  prefiere no volverlos a ver, pues actualmente   se encuentra feliz con su familia, la cual lo conforman ahora,  sus dos inseparables hijos y su incondicional esposa. Jhonatan quiere dejar el pasado así como esta, atrás,  y seguir adelante, porque aquella tarde sus padres se olvidaron de un hijo, y aquel hijo se olvido un día de sus padres.




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