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sábado, 18 de mayo de 2013

CUANDO LOS VIOLINES HABLAN
Por: Chacchi Paniagua José


Cuando lo vio por primera vez, quedó asombrado. Solo había escuchado de él por algunas revistas que su tía, una antigua señora de Miraflores le mostraba, pero nunca se había acercado a tan curioso objeto, ni tocado con sus torpes dedos adolescentes sus delgadas y finas cuerdas que por ahí dicen, y algún día sabremos si es cierto, que están hechos de tripas de gato, nunca pensó posar sus ojos sobre tal mágico instrumento. "Ese es el violín de tu abuelo" fue lo único que atinó a decirle su ti, sí la misma que fue acompañante de Odría y que por ahora no desea recordar su nombre "llévatelo si te agrada, es de la familia". Quizá fueron sus quince años o tal vez su deseo por conocer algo nuevo o el simple recuerdo de aquella "compañerita" a la cual nunca pudo decirle lo que sentía que hizo que pueda llevarse este misterioso instrumento de cuerda. "Cuando lo toqué, te confesaré, que fue algo mágico, sentí como si hubiera estado esperándome siempre, como si hubiera estado ahí sabiendo que iba a llegar y lo iba a levantar tanto así que cuando voltee a ver a mi tía, ella sonreía placenteramente como si supiera que esto iba a suceder".
Fue amor a primera vista, así lo confiesa César Andrés, un joven estudiante que prefiere omitir su apellido ya que no le interesa la fama; y así uno se da cuenta cuando lo observa por la calle Ucayali, en Lima Cercado, con el mismo violín del cual se enamoró y hasta ahora es el único testigo de sus penas y congojas. Porque no todo es felicidad en este pequeño joven de 22 años que tiene como único sueño tocar su violín para una gran diversidad de público. "Muchos sueñan con tener autos, una carrera rentable, ser dueño de un depa en la zona más exclusiva de Lima o Europa… ¿sabes?...Yo no persigo ese sueño trivial, fútil…mi sueño que me desvela todos los días es, así como don Quijote defendía a su Dulcinea de las puyas de otros, yo mostrar al mundo y que escuchen la dulce melodía del amor de mi vida: mi violín" Incluso cuando se escucha hablar sobre este mágico objeto va cubriendo sus ojos de un halo romántico, sentimental, diferente.
 César o el violinista, como le dicen sus amigos, tuvo una infancia acomodada, nació en Miraflores, aquella de las familias con apellidos compuestos y nombres de alcurnia. Su madre, al ver la ausencia del padre por motivos de muerte, asumió el orden de la casa con tres hijos encima, César era el menor. Quizás la persona que sea más influyente en la vida de César no fue su tía, sino su hermano mayor ya que él huyó de casa no por problemas con la madre sino porque necesitaba, según dice, conocer más el mundo. "Un día de esos vi a mi hermano que alistaba su mochila, él estudiaba Derecho en La Cato (Pontífice Universidad Católica del Perú) y yo pensé que iba a la universidad, me miró, sonrío y me dijo que me cuidara y que cuide mucho a mamá y que lamento haber sido, como diría el poeta Rose, el hermano mayor que hace llorar a mamá"
Luego de ese momento, no volvió a ver a su hermano, recodando que en esos tiempos no había celulares que invadan por todos los lugares. Aunque recuerda, con un poco de tristeza, que lo último que escuchó de él es que vivía en Arequipa como un hippie después de haber conocido casi todo el mundo. Pero qué pasó con el segundo hermano, fue la pregunta que saltó como un saltamontes, como un grillo en algún peligro y así como un grillo también pidió no hablar de él, respeté su decisión, pero como soy insistente, preferí retomar la preguntar para más adelante, cuando haya más confianza.
Pero cómo un "niño de bien" termina en una calle de la ya concurrida Lima, la Horrible. Ni bien terminé de formular la pregunta, solo atinó a reírse y me comentó que "todos nacemos para algo, algunos recién se dan cuenta muy tarde, yo me di cuenta el día que toqué ese violín, me di cuenta que había encontrado una parte complementaria a mi ser" De pronto, en ese momento se acercan diversas personas a saludarlo y a lanzarme comentarios acerca de mi entrevistado "es un gran artista" , "siempre me paro a escucharlo y colaborarle", "deberían llevarle a la televisión"…al final de este comentario, César cambia el semblante, frunce un poco su ceño y luego me explica que el peor invento que se le ocurrió al ser humano fue la televisión "idiotiza, mi hermano, crea mundos tontos donde lo principal es solo el entretenimiento y se va desprendiendo de la cultura". Pero el punto, ahora, es saber cómo llegó a la ciudad. Nos cuenta que cuando comenzó a crecer y su hermano mayor se fue de la casa a buscar nuevos rumbos  su madre, siempre orgullosa como toda characata, se olvidó de él, aunque me confiesa que en las noches la escuchaba llorar mencionando su nombre. En la casa, quedaron él y su hermano y debían sacar adelante a la familia. El segundo hermano solo le llevaba dos años de diferencia, por ello, que las necesidades eran casi las mismas. Un día de esos, después de haber conocido al amor de su vida, el violín, comenzó a tocarlo todos los días, nunca desprendiéndose de él. "Cansaba ya en mi casa, callen a ese loco, gritaba mi hermano y yo tocaba más fuerte, llegaron diversas notificaciones a mi hogar indicando a mi madre que debería hacer algo conmigo porque si no te sale artista el mucho y ahí sí que te fregaste, hijita" Quizás fue ese deseo de ir contra lo establecido, contra lo convencional, contra aquello que siempre escuchaba y le cansaba lo que lo ayudó a decirle un día a su madre que deseaba dejar la carrera de Medicina que su madre pagaba con tanta laboriosidad en la Universidad de Lima para dedicarse de lleno a lo que es el aprendizaje de este hermoso instrumento que lo cautivó más que las jeringas, pastillas o alguna bata blanca.
"Fue difícil, te imaginas cómo se puso mi madre cuando le confesé que quería ser artista, casi me mata. Lo tomó bien, me miró y me dije te me jodes y se fue, me apoyó con la comida los primeros meses y como veía que solo me dedicaba a tocar todo el día me dijo que era necesario que trabaje y así poder pagar lo que consumía, yo acepté porque me di cuenta que era algo justo. ¡Pobrecita, mi viejita! Soportar a dos ovejas negras" Quizás esta historia crea en mí un poco más de curiosidad acerca del segundo hermano que, César, de manera inteligente trata de obviar.
"La vida en la calle es muy dura, estar peleando casi todos los días con los municipales, algunos te dejan tranquilos; otros, en cambio, solo pasan para molestarte, para mirarte y tratar de despreciarte, es que algunos se olvidan de lo que fueron y de lo que son, así como mi hermano" Cuando terminó de decir esto, una pequeña lágrima comenzó a caer por su mejilla, aún imberbe. ¿Qué pasó con tu hermano?, fue lo único que atiné a preguntar. "No hay dolor más grande que la indiferencia y me lo dirás a mí que todos los días la gente pasa y ni me presta atención a pesar que, quizá, esté tocando la mejor canción del mundo. A la gente, si no le haces algo, no te prestan atención." Sentí que su voz se entrecortaba más y más, luego me di cuenta que cesó de llorar para recordar que "un día, hace mucho años, lo vi a mi segundo hermano, yo lo quiero mucho y cuando lo volví a ver me dieron unas ganas grandiosas de querer abrazarlo. Él iba vestido de terno, un elegante terno, quizá como todo un abogado era dueño de alguna firma importante. Iba acompañado de una mujer que me imagino que era su esposa y un niñito que se parecía mucho a él y que corría y gritaba a la misma vez. Cuando lo vi, dejé de tocar. Lo miré fijamente para ver si me reconocía. Yo sé que lo hizo porque me miró con odio, quizás por lo que la abandoné a mi madre, luego al ver que su hijo se acercaba a mí, mi sobrino, le gritó de manera tajante no te acerques a ese pordiosero y no volvió a voltear" Aquí culminó su relato, no quiso hablar más.
Nadie sabe lo que un hombre puede ocultar, pero, sin duda, el sonido de su violín nos comunica aquella que su alma oculta, lo que no dice, pero siempre estará ahí, mi amigo César, siempre listo para contar su triste y verídica historia por medio del dulce sonido de las cuerdas de su única y fiel compañera de toda su vida: su inmortal violín.

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