Todo comenzó tomando una taza
de café, frases entre cortadas y tímidas sonrisas. No sé cómo romper el hielo
para comenzar nuestra conversación, así que le pregunto Maritza Hurtado Gómez
de 38 años de edad sobre sus primero años de vida, sobre sus padres, su casa y
sus compañeros de colegio. Es así como la empresaria comienza a narrarnos los
inicios de su vida. Detalla que tiene recuerdos aproximadamente desde los
cuatro años, lo primero que se le viene a la mente es describir su casa,
aquella que estaba ubicada en el pasaje 28 de Julio del distrito de Breña, era
una casa pequeña de dos pisos con grandes ventanas, verde ya despintada por los
años; cuenta que salía a jugar con sus vecinos en la loza que estaba justo al
frente de la tienda de doña Lola, donde luego de corretear todas las tardes hacían
la famosa “chanchita” para comprar gaseosa para todos. Describe a su vez los
divertidos carnavales que jugaba todo el barrio, ella dice “allí no se
respetaba a nadie, jugábamos entre vecinos de todas edades, si tú estabas allí,
perdías”. Sin duda, resalta que fueron las mejores épocas de su vida, esto lo
respalda diciendo “uno cuando es niño, no piensa en dinero, trabajo y esas
cosas… solo te dedicas a comer, jugar y dormir”; al preguntarle sobre su
familia hay un silencio prolongado, una voz entrecortada responde que siempre
es muy difícil hablar de ello. Trato de esperar y ponerme en su lugar, luego,
ella comenta que viene de una familia disfuncional, que se separó cuando ella
tenía 8 años por maltratos de su padre a sus tres hermanos menores, a ella y a
su madre. “No es fácil hablar de ellos, sufrí por muchos años la separación de
mis padres, pienso que mi vida pudo ser más fácil si es que hubiese tenido a
ambos apoyándome en todo” menciona ella; agacha la cabeza y toma unos sorbos de
café, pienso que son para que la nostalgia se aleje.
Retomamos la conversación y
le pregunto que tal era como alumna en el colegio, de su rostro entristecido
brota una suave sonrisa, “era una de las que pasaba desapercibido… no era
tonta, sino que la sabía hacer, era de las que siempre estaba presente en todas…
pero nunca me castigaban, claro, no era la conocida pero si tenía a mis dos
amigas incondicionales”. Insisto y le pregunto por la notas, “no señorita, no
era buena… en mi casa nadie me ayudaba y muchas veces fui al colegio sin útiles”.
A pesar de todo, se las ingeniaba para pasar de grado y no ganarse problemas con
los profesores.
Al preguntarle sobre la
etapa de la secundaria, menciona que dos fechas que la marcaron fueron la el
día del padre, fiesta de sus quince años y su graduación, le comento que esos días son
los más esperados por toda jovencita y me refuta diciendo “yo nunca quería que
haya festividades en el colegio pues siempre me sentía muy triste al esperar
que mi papá esté presente cuando tenga que bailar o actuar… lo peor fue el
momento de bailar el vals”. Así, terminamos el tema de la etapa escolar,
conversamos cual fue su futuro luego de salir del colegio, menciona que fue
cuando comenzó lo el momento más difícil de su vida pues su madre ya no podía mantenerla
así que ella debió ingeniárselas sola. Al principio fue duro, tuvo que ser
ayudante de un mercado, donde conoció a la señora Margarita, que le ofreció
trabajo estable y se empleó en su casa, Maritza trabajaba duro, pero esto era sobrellevado
pues la familia la estimaba mucho como una integrante más de la familia. Fue
por ese cariño reciproco que al recibir la invitación de irse con ellos a vivir
a con ellos a Italia no la hicieron dudar de aceptar esa gran oferta, ella dice
“ellos eran mi familia, yo los quería mucho, cómo no iba a ir con ellos, cómo
iba perder a mi familia otra vez”.
Así que la experiencia en Italia
fue enriquecedora ya que la ayudó a recaudar dinero pues el salario era mayor,
a pesar de la comodidad y de la estabilidad que tenía, Maritza sentía que no
estaba totalmente realizada, en cada imagen familiar que veía en las calles la
nostalgia la invadía y recordaba los años que pasaba con su madre, hermanos y
amigos del barrio. Un día cuenta ella, se armó de valor y conversó con los
señores de la casa, explicándoles que se regresaba a Perú porque extrañaba el
calor de su verdadera familia y que a pesar de lo bien que estaba viviendo con
ellos, no dejaba de ponerse triste al preocuparse por cómo la estaba pasando su
mamá y hermanos. Así Maritza, regresó a Perú con los ahorros que había recaudado
durante varios años.
Al llegar a Perú, fue directamente
a ver a su familia, encontró que dos de sus hermanos ya habían formado su
familia y que la menor estaba cuidando a su madre, pero no le alcanzaba con el trabajo
que desempeñaba en un taller de costura de pantalones. Decide en ese momento
vivir con ellas y ayudar a mantener la casa, busca un trabajo relacionado al
anterior que tenía, pero el salario era poco para todas las horas que invertía entonces
se le ocurrió ingresar al taller donde trabajaba su hermana. Al trascurrir
aproximadamente seis meses y luego de haber conocido el movimiento del mercado
de los pantalones, anima a un grupo de
amigas y a Cecilia, su hermana, a ser parte de su propio taller gracias a los
ahorros que tenía. Maritza detalla cómo
comenzó su proyecto “era un cuartito pequeño, en el 4to piso de una casa en
Tingo María de Breña, solo tenía tres máquinas de coser, pocos clientes y mucha
voluntad”. Describe que gracias a su amabilidad en el anterior del taller ganó
varios clientes que al mudarse fueron a buscar los servicios de su costurería
hasta donde ella se encontraba.
Es así que comenzó con su
primer proyecto y gracias al éxito de su trabajo, pero sin obviar las dificultades
que atravesó, logró sacar adelante a su familia y de manera solidaria,
brindarle mejor calidad laboral a las jovencitas que se arriesgaron a trasladarse
con ella a su nuevo negocio. Pasado un par de años, entendió que haciendo
servicio de costurería dejaba prácticamente el producto casi terminado, solo
debía pasar por la lavandería, puesta de botones, tallado y empaquetado. Como
buena emprendedora, decide arriesgar su negocio y pedir un préstamo para comprar
las telas, contratar a un planchador y cortador para fabricar sus propios
pantalones y crear su propia marca. “No fue fácil señorita, si no todos lo harían…
al principio sufrimos buscando a un planchador y cortador porque tenía que
buscar a alguien de confianza y un buen desempeño debido a que el pantalón comienza
allí, y si comienza mal… perdimos” menciona ella. Otra adversidad que tuvo que
afrontar fue encontrar un local para vender sus productos, su anterior trabajo
distribuía productos a Gamarra y su meta era entrar a ese mercado. Con algunas
sonrisas y ya casi la segunda taza de café terminada, comenta “uy… casi me
muero cuando me dijeron los precios de los locales… yo ganaba en soles y me
iban a cobrar en dólares, lo pensé otra vez pero ya había comenzado todo y eso
no iba a ser impedimento para realizar mi sueño, el de mi hermana y el de mi
madre”.
Dentro de ese rubro, conoce
a Esteban un provinciano del departamento de Junín que había atravesado por una
similar historia que finalmente se dedicó al negocio de polos. De esta unión nacen cuatro
pequeños: Andrés, Arturo, Armando y Amelia. Juntos logran incursionar en un
nuevo rubro para el cual fusionaron sus mini empresas y crear una marca con
mayor tecnología y profesionalismo para brindar prendas como conjunto para
niñas y niños.
Hoy en día cuentan con tres
puntos de venta, un servicio de costurería, un servicio de estampado, un
servicio de bordado, 6 vendedoras, una kardista, un contador, tres asistentes,
cinco jóvenes en su taller, localizado en el corazón de Gamarra.
Finalmente, le agradezco su
atención, su amabilidad y su tiempo; la felicito por lo logrado hasta el día de
hoy y le resalto mis felicitaciones porque a pesar de las adversidades: la familia
disfuncional, los empleos inestables, el alejamiento de su familia, y el arduo
trabajo, supo salir adelante siendo de esta maneras un ejemplo para las miles
de personas que atraviesan problemas. En las propias palabras de la empresaria “no
hay que rendirnos… recordemos que cuando se cierra una puerta se abren millones
de ventanas; y que las lágrimas son un
duro costo para algo mucho mejor”. Para terminar, vuelvo a felicitar a la
señora Maritza porque está cursando la carrera de administración para
complementar sus conocimientos en el desempeño de su empresa y de esta manera
fortalecerla para hacerla una de las más reconocidas en ese rubro.
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