EL ANCIANO DE LAS FLORES
ENTREVISTA SEMBLANZA
- Cuipal Morey Miriam
- Palma Carhuachin, Jennyfer
Saliendo de un día de
Universidad me pongo a pensar como poder realizar el trabajo que el profesor de
periodismo interpretativo me encomendó...hacer una entrevista que rescate el
lado humano en este país. Observo por la ventana de la combi y veo la
indiferencia de la gente al pasar al lado de un limosnero sin siquiera darse
cuenta que él está ahí, en el paradero logro leer los titulares de los
periódicos en letras resaltantes un titular que habla de un médico que violo
mato y quemo el cuerpo de una adolescente...me pregunto ¿lado humano? Ahora que
tengo que escribir sobre este tema ¿cuál es mi lado humano si tal vez yo actué
con la misma indiferencia que los demás?
Con este pensamiento y caminando por las calles
de los Olivos mi compañera y yo divisamos a un anciano a unas cuadras del
Centro Comercial Mega Plaza, Jr. Pancho Fierro decía un letrero, caminaba
lentamente entre la gente que transitaba por ese lugar, algunos con bolsas de
compras y otros con andar apresurado, su caminar cansado casi incomodando al ir
y venir de las personas en esta zona comercial nos llamó la atención y notamos
que ofrecía pequeños ramilletes de flores.
Lo observamos un rato para decidir si debíamos
acercarnos a él y realizarle la entrevista, y notamos que cada vez que ofrecía
sus sencillas flores esbozaba una sonrisa, mientras que la gente continuaba sin
notar siquiera al humilde anciano. ¿Quién compra flores ahora sin ser día de la
madre? tal vez cigarros pero ¿flores? vestía un pantalón marrón una chompa
verde con unas sandalias tan gastadas como su sonrisa, una gorra que desde mi
punto de vista no estaba bien puesta.
Bueno, parece ser el elegido, platicamos con él, y al acercarnos grande
fue nuestra sorpresa porque aquel gorro rasgado y sucio, pensando que estaba
mal puesto lo único que hacía era tratar de cubrir la falta de uno de sus ojos
esa cicatriz hueca por falta de globo ocular, estaba relleno por una bolsa
transparente antihigiénica que impresionaba, ya que la huella de la cicatriz
era grande y grotesca.
Disimulando la impresión
lo saludamos y rápidamente nos ofreció sus flores...”Lleve señorita ruda para
la suerte y manzanilla para el amor..." con la sonrisa esforzada en los
labios mostrando sus dientes estropeados tendía su mano con aquel atadito de
flores. No había duda que era la persona elegida para esta entrevista porque a
pesar de sus innumerables problemas de pobreza que se notaba y aquella
impresionante cicatriz en su rostro no dudaba en brindar una sonrisa. Con una
amabilidad muy extraña en estos tiempos acepto gustosamente.
Don Martin como se le conoce por la zona, nos
cuenta que nació en Apurímac hace setenta y cinco años, recordó con nostalgia
su tierra y mirando al cielo exclamo: "mi sierra querida" y nos
mencionó que halla se trabajaba la tierra y los tiempos con sus hermanos eran
duros por el frio, solo llegue a tercero de primaria dijo ...”no más
necesitábamos aprender a leer y escribir porque nosotros éramos varones, mis
hermanas no iban porque ellas eran mujeres, se quedaban en casa, no como Uds.
señoritas que estudian.." en realidad el machismo y la ignorancia en esos
tiempos no permitían muchas cosas a las mujeres, realidad en el Perú que hasta
ahora existe en zonas alejadas de nuestro país. El tercero de doce hermanos
menciono y por ser uno de los mayores era necesario ayudar a sostener a su
numerosa familia. “se hacer de todo "trabaje de todo en mi pueblo desde la
chacra hasta vender caramelos por el centro” añadió.
Mientras hablaba nuestras mirada
se desviaban a aquella cicatriz que tenía en su rostro, y con un poco de temor
hice la pregunta que me llenaba de curiosidad ¿qué ocurrió con su vista don
Martin?.. Se quedó en silencio incomodo por unos momentos, y nos contestó
pausadamente, hace tanto tiempo que no me hacen esa pregunta que a veces olvido
que tengo un solo ojo.
Con una sonrisa
esforzada." Hace mucho tiempo cuando aún estaba en mi tierra. Los
campesinos salimos de madrugada a trabajar la tierra y nos trasladábamos en
lomo de animal, iba sobre mi mula pero esta se asustó y me boto de su lomo y caí
sobre unos matorrales, una de las ramas vacío mi ojo y quede así...el medico
del pueblo me curo, pero eso paso cuando yo era muchacho que ya me
acostumbre...”
A pesar de mi temor de tal
vez incomodarlo con mi pregunta su respuesta fue muy sencilla y honesta, aquel
hombre de apenas un metro cincuenta que escondía su mirada tras aquel viejo
gorro seguía contestando mis preguntas...y Ud. ¿Se casó? Si dijo apresurado conocí
a mi mujer en mi tierra, nos casamos allá tuvimos a nuestros cuatro hijos muy
jovenes, pero lamentablemente el terrorismo la mato, a ella a mi suegra y a mi cuñado...
pero sus recuerdos iban haciendo espacios en su conversación, “es por eso que
me vine a la ciudad solo con cuatro hijos por mantener y salir adelante, y así
lo hice trabaje de todo para que no les falte estudios ni un pan que llevarse a
la boca, como se dice fui padre y madre para ellos, nunca me volví a casar,
solo viví por ellos y para ellos, pero
con el pasar del tiempo, crecieron y mis cuatro hijos cada uno se fue yendo,
hicieron familia, me iban a ver de vez en cuando pero ya se han olvidado de mí,
hace meses no los veo, ahora estoy solo y vendo estas flores para ganarme la
vida”.
Sentímos nuevamente el nudo
en la garganta y le pregunte ¿y cuánto me vende sus flores? volvió su sonrisa y
me dijo...a sol cincuenta señorita para Ud. Bueno deme un atadito de manzanilla...
tal vez con eso quise distraer su mente de aquellos recuerdos pero el siguió
con su narración y nos contó que al llegar a Lima su situación difícil no podía
darle a su familia todo lo que necesitaba y el distrito que lo alojo fue comas,
pero ahora que se encuentra solo vive en acho gracias a un familiar que le dejo
un cuarto donde poder pasar la noche así empezó en el negocio de las flores ya
que donde vive está cerca al mercado de flores pero su andar diario lo hace
llegar hasta los olivos, tiene que vender sus flores para poder comer.
Esta realidad de la
pobreza extrema en el Perú no tiene cuando acabar, el caso del Sr Martin Vargas
Paucar es el de muchos peruanos que migran desde su pueblo natal a la capital a
buscar un mejor futuro para su familia, trabajo, estudios, pero nunca logran
progresar porque como el mismo nos comentó, no estudio lo suficiente, no
calificaba tal vez para algún empleo y se ven en una suerte de mil oficios en
que no encuentra ni estabilidad laboral ni un seguro médico para su familia,
cualquiera que haya sido el motivo de la muerte de su esposa, sea por
enfermedad o accidente, cuatro niños se quedaron desamparados con un padre que
no tiene estudios y que como menciono para poder sobrevivir incluso vendió
caramelos en el centro., tal vez su hijos se criaron en un ambiente hostil como
son los barrios ahora, entre pandillas y vendedores de drogas, como saberlo,
solo al ver a este hombre maltratado por los años, caminando lentamente por las
calles a sus 75 años vendiendo unas humildes flores que harán que se lleve un
pan a la boca, y al llegar la noche la soledad de su cuarto porque no tiene
familia , que penurias más carga encima.
Conversar con Don Martin,
nos hizo reflexionar sobre la realidad de nuestro país, el lado humano, verlo
irse con las flores que aún le faltaban vender me lleno de nostalgia, quisiera
poder comprárselas todas, y rescato su valor ante la vida, aplaudo a aquellos
que no se amilanan ante sus problemas y siguen adelante, aquellos que ante las
vicisitudes siguen con paso firme ofreciendo sus flores con una sonrisa aunque
nadie lo note.
A diario vemos ancianos
como Don Martin, niños que realizan piruetas en los semáforos, personas
discapacitadas a las afueras de un centro comercial vendiendo caramelos, y
pasamos de largo como si no hubiera nadie, o tal vez nos conmovemos un instante
y buscamos el sencillo en nuestro bolsillo como diría Wendy Ramos “es acaso que
por ser humildes aquellas personas valen un sencillo de nosotros” son personas
que lamentablemente no tuvieron las mismas oportunidades que otras, pero no
por eso son menos.
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