CUANDO
LOS VIOLINES HABLAN
Por: Chacchi Paniagua José
Cuando lo vio por primera
vez, quedó asombrado. Solo había escuchado de él por algunas revistas que su
tía, una antigua señora de Miraflores le mostraba, pero nunca se había acercado
a tan curioso objeto, ni tocado con sus torpes dedos adolescentes sus delgadas y
finas cuerdas que por ahí dicen, y algún día sabremos si es cierto, que están
hechos de tripas de gato, nunca pensó posar sus ojos sobre tal mágico
instrumento. "Ese es el violín de tu abuelo" fue lo único que atinó a
decirle su ti, sí la misma que fue acompañante de Odría y que por ahora no
desea recordar su nombre "llévatelo si te agrada, es de la familia".
Quizá fueron sus quince años o tal vez su deseo por conocer algo nuevo o el
simple recuerdo de aquella "compañerita" a la cual nunca pudo decirle
lo que sentía que hizo que pueda llevarse este misterioso instrumento de
cuerda. "Cuando lo toqué, te confesaré, que fue algo mágico, sentí como si
hubiera estado esperándome siempre, como si hubiera estado ahí sabiendo que iba
a llegar y lo iba a levantar tanto así que cuando voltee a ver a mi tía, ella
sonreía placenteramente como si supiera que esto iba a suceder".
Fue amor a primera vista,
así lo confiesa César Andrés, un joven estudiante que prefiere omitir su
apellido ya que no le interesa la fama; y así uno se da cuenta cuando lo
observa por la calle Ucayali, en Lima Cercado, con el mismo violín del cual se
enamoró y hasta ahora es el único testigo de sus penas y congojas. Porque no
todo es felicidad en este pequeño joven de 22 años que tiene como único sueño
tocar su violín para una gran diversidad de público. "Muchos sueñan con
tener autos, una carrera rentable, ser dueño de un depa en la zona más exclusiva de Lima o Europa… ¿sabes?...Yo no persigo
ese sueño trivial, fútil…mi sueño que me desvela todos los días es, así como
don Quijote defendía a su Dulcinea de las puyas de otros, yo mostrar al mundo y
que escuchen la dulce melodía del amor de mi vida: mi violín" Incluso
cuando se escucha hablar sobre este mágico objeto va cubriendo sus ojos de un
halo romántico, sentimental, diferente.
César o el violinista, como le dicen sus
amigos, tuvo una infancia acomodada, nació en Miraflores, aquella de las
familias con apellidos compuestos y nombres de alcurnia. Su madre, al ver la
ausencia del padre por motivos de muerte, asumió el orden de la casa con tres
hijos encima, César era el menor. Quizás la persona que sea más influyente en
la vida de César no fue su tía, sino su hermano mayor ya que él huyó de casa no
por problemas con la madre sino porque necesitaba, según dice, conocer más el
mundo. "Un día de esos vi a mi hermano que alistaba su mochila, él
estudiaba Derecho en La Cato
(Pontífice Universidad Católica del Perú) y yo pensé que iba a la universidad,
me miró, sonrío y me dijo que me cuidara y que cuide mucho a mamá y que lamento
haber sido, como diría el poeta Rose, el
hermano mayor que hace llorar a mamá"
Luego de ese momento, no
volvió a ver a su hermano, recodando que en esos tiempos no había celulares que
invadan por todos los lugares. Aunque recuerda, con un poco de tristeza, que lo
último que escuchó de él es que vivía en Arequipa como un hippie después de haber conocido casi todo el mundo. Pero qué pasó
con el segundo hermano, fue la pregunta que saltó como un saltamontes, como un
grillo en algún peligro y así como un grillo también pidió no hablar de él,
respeté su decisión, pero como soy insistente, preferí retomar la preguntar para
más adelante, cuando haya más confianza.
Pero cómo un "niño de
bien" termina en una calle de la ya concurrida Lima, la Horrible. Ni bien
terminé de formular la pregunta, solo atinó a reírse y me comentó que
"todos nacemos para algo, algunos recién se dan cuenta muy tarde, yo me di
cuenta el día que toqué ese violín, me di cuenta que había encontrado una parte
complementaria a mi ser" De pronto, en ese momento se acercan diversas
personas a saludarlo y a lanzarme comentarios acerca de mi entrevistado
"es un gran artista" , "siempre me paro a escucharlo y
colaborarle", "deberían llevarle a la televisión"…al final de
este comentario, César cambia el semblante, frunce un poco su ceño y luego me
explica que el peor invento que se le ocurrió al ser humano fue la televisión
"idiotiza, mi hermano, crea mundos tontos donde lo principal es solo el
entretenimiento y se va desprendiendo de la cultura". Pero el punto,
ahora, es saber cómo llegó a la ciudad. Nos cuenta que cuando comenzó a crecer
y su hermano mayor se fue de la casa a buscar nuevos rumbos su madre, siempre orgullosa como toda
characata, se olvidó de él, aunque me confiesa que en las noches la escuchaba
llorar mencionando su nombre. En la casa, quedaron él y su hermano y debían
sacar adelante a la familia. El segundo hermano solo le llevaba dos años de
diferencia, por ello, que las necesidades eran casi las mismas. Un día de esos,
después de haber conocido al amor de su vida, el violín, comenzó a tocarlo
todos los días, nunca desprendiéndose de él. "Cansaba ya en mi casa,
callen a ese loco, gritaba mi hermano y yo tocaba más fuerte, llegaron diversas
notificaciones a mi hogar indicando a mi madre que debería hacer algo conmigo
porque si no te sale artista el mucho y
ahí sí que te fregaste, hijita" Quizás fue ese deseo de ir contra lo
establecido, contra lo convencional, contra aquello que siempre escuchaba y le
cansaba lo que lo ayudó a decirle un día a su madre que deseaba dejar la
carrera de Medicina que su madre pagaba con tanta laboriosidad en la
Universidad de Lima para dedicarse de lleno a lo que es el aprendizaje de este
hermoso instrumento que lo cautivó más que las jeringas, pastillas o alguna
bata blanca.
"Fue difícil, te
imaginas cómo se puso mi madre cuando le confesé que quería ser artista, casi
me mata. Lo tomó bien, me miró y me dije te
me jodes y se fue, me apoyó con la comida los primeros meses y como veía
que solo me dedicaba a tocar todo el día me dijo que era necesario que trabaje
y así poder pagar lo que consumía, yo acepté porque me di cuenta que era algo
justo. ¡Pobrecita, mi viejita! Soportar a dos ovejas negras" Quizás esta
historia crea en mí un poco más de curiosidad acerca del segundo hermano que,
César, de manera inteligente trata de obviar.
"La vida en la calle es
muy dura, estar peleando casi todos los días con los municipales, algunos te
dejan tranquilos; otros, en cambio, solo pasan para molestarte, para mirarte y
tratar de despreciarte, es que algunos se olvidan de lo que fueron y de lo que
son, así como mi hermano" Cuando terminó de decir esto, una pequeña
lágrima comenzó a caer por su mejilla, aún imberbe. ¿Qué pasó con tu hermano?,
fue lo único que atiné a preguntar. "No hay dolor más grande que la
indiferencia y me lo dirás a mí que todos los días la gente pasa y ni me presta
atención a pesar que, quizá, esté tocando la mejor canción del mundo. A la
gente, si no le haces algo, no te prestan atención." Sentí que su voz se
entrecortaba más y más, luego me di cuenta que cesó de llorar para recordar que
"un día, hace mucho años, lo vi a mi segundo hermano, yo lo quiero mucho y
cuando lo volví a ver me dieron unas ganas grandiosas de querer abrazarlo. Él
iba vestido de terno, un elegante terno, quizá como todo un abogado era dueño
de alguna firma importante. Iba acompañado de una mujer que me imagino que era
su esposa y un niñito que se parecía mucho a él y que corría y gritaba a la
misma vez. Cuando lo vi, dejé de tocar. Lo miré fijamente para ver si me
reconocía. Yo sé que lo hizo porque me miró con odio, quizás por lo que la
abandoné a mi madre, luego al ver que su hijo se acercaba a mí, mi sobrino, le
gritó de manera tajante no te acerques a
ese pordiosero y no volvió a voltear" Aquí culminó su relato, no quiso
hablar más.
Nadie sabe lo que un hombre
puede ocultar, pero, sin duda, el sonido de su violín nos comunica aquella que
su alma oculta, lo que no dice, pero siempre estará ahí, mi amigo César,
siempre listo para contar su triste y verídica historia por medio del dulce sonido
de las cuerdas de su única y fiel compañera de toda su vida: su inmortal violín.
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