Era el primer hijo de sus padres, pues ya no había nada que hacer más que asumir la
responsabilidad. Jhonatan había nacido en circunstancias muy críticas
en donde, sus padres no podrían
darle lo que todo hijo necesitaba;
buenos estudios, vestimenta apropiada,
pero aun así
los señores, Abel Castillo more y Maria Alba de Castillo, aun jóvenes e
inmaduros de solo diecisiete y quince años de edad, decidieron criarlo con todo el amor y haciendo
lo posible por salir adelante, aun cuando en el pequeño pueblo de Geres en
Cajamarca, la situación económica no era nada favorable, para ellos.
Los años pasaban y aquel niño de tez colorada y ojos claros;
se preguntaba, porque sus padres no estaban a su lado; ellos iban a buscar el
pan de cada día; era un niño de tres
años de edad, indefenso e ingenuo, encargado por sus padres, en las manos de
una señora, quien no era familiar suyo, pero si una supuesta conocida por
todos, que se hacía llamar “Charito”. Hasta hoy en día recuerda con desgano, la
primera vez que fue llevado a la casa de esta; “Era un niño de solo tres años,
pues me dejaban con ella, pero cuando toque una de sus cosas, ella me violento
fuertemente y me pego en las manos, o no sé si buscaba algún motivo para que me golpeara, quería que este
únicamente sentado, movía un dedo y me pegaba”, afirmó Jhonatan Castillo
Alba, al parecer a “Charito” como la
conocían, vivía obsesiona con sus
pertenencias, pues no dejaba que nadie cogiera nada, porque se desesperaba y
reaccionaba agresivamente, además de que Jhonatan, a su corta edad, era
maltraído por una desconocida.
No era la primera vez que lo dejaban con la señora,
suponía que sus padres se habían dado de lo que estaba sucediendo, pero aun así
siguieron dejándolo solo, en una casa, a
la que no quería ni si quiera pisar, y con una señora a quien tenía pánico.
La vida tan solitaria y marcada por un maltrato ajeno, lo
convirtió en un niño sumiso y callado, que no entendía lo que sucedía afuera de
su mundo, se movía como lo hacían sus padres, trabaja como ellos, y aun sin
entender obedecía todo lo que se le ordenase, quizás su padres no imaginaron
que aquel pequeño necesitaba más que buenos estudios, el amor, “Mis padres eran
muy jóvenes cuando me tuvieron, a pesar eso, no les echo la culpa, que recuerde
ellos no me abrazaban ni me daban cariño,
ni me decían, hijo, todo era irse a la chacra y punto”, recordó Jhonatan
En medio de tanta frialdad, Jhonatan, jamás supo que era un abrazo cálido de sus
padres, jamás escucho un te quiero, y jamás sintió un beso, sobre sus mejillas
por alguien que lo apreciara.
El niño ya tenía cinco años y no había pisado una
escuela, mientras sus padres empezaron a ahorrar dinero para llegar a Lima
y cumplir con el propósito que se habían trazado, algo que el pequeño, no
imaginaba.
Poco tiempo después
Abel y María trajeron al niño a Lima, luego de darle muchas vueltas, sin dudarlo una vez mas lo dieron en adopción,
él se había convertido en un peso para sus jóvenes padres, él era exactamente
lo que ellos no habían deseado.
Mantiene inevitablemente en su memoria, la noche en que
fue dejado por sus padres, en la Asociación de Menores Adoptados ubicado en el Distrito de Pueblo libre, sus
padres se iban tal vez para siempre pero algo en el presentía que esta vez, era
en buenas manos.
Jhonatan a su edad no entendía lo que pasaba; sus padres
se alejaban mientras a él lo llevaban a una habitación junto a otro niño. “La
habitación no era tan grande, pero el amor y el cariño que recibí allí, fue
incomparable”, aseguró Jonathan con emoción.
No era lo que el necesaria pensó o deseaba, pero era suficiente
para entender la felicidad incalculable que tenía dentro de él, todos eran
amables, la monja que lo guiaba, y de quien lastimosamente no recuerda su
nombre, los trataba con una delicadeza y
sutileza, única. Hasta el día que llego a ese lugar, no había sentido lo cálido
que era, estar en compañía de gente que te aceptara y te quisiera.
Pasó mucho tiempo solo sin ver a sus padres, conforme
pasaban los días y los años, sus mente iba alejando aquellos recuerdos, no paso
muchos años hasta que una pareja que no
podía tener hijos decidió acoger en su
hogar a un niño; pero no a cualquiera, si no, a un niño ya crecido, de una cierta edad, que
estuviera formado y con algunos principios impuestos; pues Jhonatan era el indicado; Dios le había puesto
en su camino a las personas indicadas para su futura vida. Para la pareja de
ingenieros, la señora, Sandra Sanchez Finez y el señor Angel Mendoza Ramirez, no era una
tarea fácil, pero tampoco imposible, era su sueño tener un hijo a quien amarían
infinitamente; y así fue como decidieron acogerlo, criarlo y darle una buena
educación y no solo eso, sino también una buena vida, una vida que un niño como
él se la merecía.
Como todo infante, el tiempo fue alejando el
recuerdo de sus padres biológicos, mas no los olvido. Deslumbrado por la nueva vida que sus padres adoptivos le
estaban ofreciendo, como el tener la dicha de estudiar en buenos colegios, y
siguientemente en una buena universidad, él también los recompensaba con su
buen comportamiento y sus altas
calificaciones.
A sus
veinticinco años ya se había convertido
en todo un ingeniero, siguiendo el
ejemplo de sus padres adoptivos, no encontró ninguna diferencia entre ellos y sus
padres biológicos, ahora ellos eran las personas más importantes para
él, ya que se habían convertido en su familia, la familia que tanto deseaba, la
familia que un día, vio muy lejana .
Pasaron muchos años, él ahora era, legalmente Jhonatan
Mendoza Sanchez, pues después de muchos
tropiezos, finalmente encontró el amor que hasta hoy en día estaría a su lado,
Andrea Valverde Valenzuela, de
ahora, 48 años de edad, sin pensar que tiempo más tarde también se convertiría en su
esposa y madre de sus dos hijos, Janet
Mendoza Valverde de actualmente 28 años y Orlando Mendoza Valverde de 30 años de edad.
Hoy no viven en el mejor distrito de Lima, pero sin duda alguna, Jhonatan y su
familia han encontrado el sitio adecuado para su felicidad, “vivo en Pro- Los
Olivos, y los más importante es saber que mis hijos, ya son todos unos profesionales, tengo una contadora y un administrados, podría
morir en paz, y ahora, mi pasado ya no
me interesa”
Hoy a sus cuarentaicinco años el tiempo ha borrado alguna
de sus memorias, sin embargo, tiene un
vago recuerdo de sus padres, aunque los
piensa con nostalgia, prefiere no volverlos a ver, pues actualmente se encuentra feliz con su familia, la cual
lo conforman ahora, sus dos inseparables
hijos y su incondicional esposa. Jhonatan quiere dejar el pasado así como esta,
atrás, y seguir adelante, porque aquella
tarde sus padres se olvidaron de un hijo, y aquel hijo se olvido un día de sus
padres.
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