"NO
ME ESTÁ PERMITIDO DARME POR VENCIDO"
Por: José Chacchi Paniagua
Cuando conocí a Marco, un
taxista de 35 años, proveniente del bellísimo departamento de Ayacucho,
Huamanga para ser más exacto me di cuenta que estaba frente a un hombre
diferente. No es casado, pero sí convive con una mujer que le hace su vida,
como él mismo me dice "más llevadera". Tiene un solo hijo que lleva
el nombre de su padre que aún sigue vivo: Luis. Él es su motivación, el
motorcito de su vida con apenas 5 años se sube a su pequeño tico blanco y
simula manejar por las vías más peligrosas de esta ya peligrosa ciudad
"Algún día tendrá que manejar su propia vida y estaré ahí para
aconsejarle", pero por ahora, lo baja con amor y le dice, con un toque de
broma y algo de realidad, que la próxima vez que suba a conducir un auto que
sea el suyo y no sea para trabajar.
Este esmerado padre de
familia reside en una pequeña casa alquilada por la zona de San Juan de
Lurigancho, en el AAHH José Carlos Mariátegui, específicamente. Esta la paga
con aquello que mensualmente puede percibir económicamente, un promedio de 750
soles. No le alcanza quizás para comprarse un dulce cuando le se le antoje o un
cigarrillo para este frío, aunque no fuma. Pero si le alcanza para comprarle
globos rojos que le gustan tanto a su hijo y una rosa de plástico para mantener
viva la llama del amor. Su hijo es muy pequeño para ayudar, pero muchas veces
recibe ayuda de su padre que también taxista. "Ha habido oportunidades que
él tenía un cliente que recoger y me ha llamado para que yo lo haga, claro, es
un ingreso extra" Y luego se ríe, agregando "muchas veces los
clientes vuelven a llamar, pero no a mi padre sino a mí ja ja ja". Quizás
le quita sus clientes pero son, sin duda, un ingreso más para la casa porque
aunque haya muchas necesidades su pequeño Luisito
como él lo llama siempre lo recibe con un beso diciéndole que está feliz con
él.
Su vida estudiantil fue muy
irregular, terminó su secundaria en un colegio cerca de su domicilio, nunca fue
un alumno modelo, por ello que desde que era joven le dijo a su padre que los
estudios no eran para él, aunque siempre le hubiera gustado saber de mecánica,
pero ahora lo sabe no por haber cursado algún estudio sino porque su carro se
para malogrando y la necesidad ha hecho que aprenda. "La necesidad es la
universidad de la vida" me comenta sonriente. Afirmo con la cabeza tal
juicio de valor digno de un sabio.
Para él, la felicidad no es
conseguir el mejor auto ni bañarse en dinero, sino llegar a su casa y ver a su
mujer junto a su pequeño hijo con las ansias de verlo y abrazarlo. Este pequeño
hombre no tiene alguien con quien pueda charlar, solo, a veces, su esposa, pero
no lo prefiere hacer por no querer causar problemas. Quizás de lo que se
arrepiente es no haber aprovechado cuando sus padres lo quisieran apoyar, pero
no hay nada qué hacer, solo seguir adelante.
Cuando se le pregunta sobre
el temor más grande que tiene, se pone pensativo, no sonríe, mira al suelo y
dice "que mi hijo termine como yo". Me confiesa que su padre también
temía lo mismo y siempre trata de indicarle a su hijo que el estudio es lo
mejor que puede tener una persona y la mejor herencia que le puede dar. Todos
los días reza a Dios para que le dé fuerzas, para que no le falte el alimento y
sobre todo para que cuide a su familia. A veces sonríe cuando le hablamos de
política ya que él cree que todos son unos corruptos ya que se olvidan de
aquellos que le brindaron la confianza cuando ingresaron al gobierno.
Su familia es muy importante
para él, su familia es lo primero. Lo que le podría decir a la juventud es que
deben seguir adelante y no dejarse llevar por simplemente cosas pasajeras, por
los amigos momentáneos, sino siempre pensar en lo que más adelante vendrá.
"A veces, uno se cansa,
uno se cansa de ver siempre lo mismo." Eso me dice y no entiendo aún a qué
se refiere. La última vez que celebró su cumpleaños lo hizo trabajando hasta
tarde. Recuerda que su esposa lo esperó hasta tarde con su hijo despierto para
poder abrazarlo y decirlo lo importante que era para él. Hay cosas que deben
cambiar, me dice, los pobres que trabajan mucho deben ganar más y no seguir
presionándonos más.
Tiene mucha razón, la misma
razón que tienen aquellas personas que trabajan de sol a sol en míseras
condiciones para llevar un pan a casa. Lamentablemente, como él lo menciona,
nadie los defiende. "Ser taxista es un peligro, nadie se preocupa de
nosotros porque hay un grupo de vándalos que ocultándose en este oficio
comienzan a robar o secuestrar; pero no somos todos, solo es un grupo. ¿Y los
demás? No hay un seguro del taxista, propiamente dicho. Se preocupan porque
cumplamos las leyes, pero acaso se preocupan por nosotros." Y todo lo que
menciona Marco tiene mucho de verdad. Ni la Municipalidad ni el Estado presenta
una preocupación acerca del bienestar del taxista. "Todos los días que
salgo a trabajar no sé si regresaré vivo con o sin auto" Nos cuenta, como
manera de anécdota, que una vez a un colega de trabajo le robaron su auto, un
señor lo llamo diciéndole que a él se lo habían vendido, pero que no lo quería
y deseaba vendérselo, ¿has escuchado?, ¿venderle el auto que le costó a mi
amigo todos los ahorros de su vida? Lamentablemente, no había otra opción. Se
pidió un préstamo y hasta ahora lo sigue pagando" Me despido con una
pregunta amarga entre los dientes y que quizá, hasta ahora, nadie podrá darme
una respuesta ¿Hasta cuándo estaremos aguantando tanta delincuencia y
corrupción?
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